LA MATERIALISTA – LA CHAPA QUE VIBRAN [COMENTARIO DE TEXTO]

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Por ECR

Una vez más, desde Comentarios de Reggaeton, hacemos homenaje a una de las composiciones más bailables de la década, creada, una vez más, por una mujer: Yameiry Infante Honoret, mejor conocida como «La Materialista», por su renombrada fama como adoradora del capitalismo y la obra de Adam Smith, así como su repulsa a la teoría marxista, que satiriza, como puede observarse en los pantalones que viste en el clip de vídeo, a regímenes comunistas como el norcoreano. Su empeño en materia económica no le impide centrarse en cuestiones más metafísicas como el arte, en este caso la poesía, como podremos comprobar tras el análisis de La Chapa que Vibran.

No debemos obviar la falta de expresión que acusa el título de esta obra mastodóntica: «vibran», el verbo, está en plural, mientras que su sujeto, «la chapa», está en singular, una discordancia que solo se aprecia en el lenguaje escrito, mas no en el oral, pues en la variante dominicana del español (la poetisa es de este lugar), así como en otras muchas, la caída de la «s», provoca un alargamiento de la vocal (ā), lo que nos dejaría algo así como «lā chapā que vibran». La materialista, para alejarse de las convenciones literarias, morfológicas y sintácticas, decide representar esta variedad dialéctica en el titulo de su composición, todo un genio.

Antes de comenzar es necesario también aclarar el significado del vocablo «chapa», que poco tiene que ver con una pieza metálica, sino que en el dialecto dominicano significa más bien nalgas. Así que el hecho de que haya chapas vibrando nos vuelve a llevar al celebérrimo baile que acompaña a todas estas composiciones: el perreo, aunque más concretamente en este caso, al twerk, como atestiguan los medios audiovisuales mediante los que se representa esta obra.

«Papi, ¿te gustan las chapas que vibran? 
Papi, ¿te gustan las chapas que vibran? 
Papi, ¿te gustan las chapas que vibran? 
¿Te gusta que vibren? «

La materialista decide no andarse con rodeos e ir directa al grano. Mediante el vocativo «papi» , interpela a un interlocutor masculino, (que no es su progenitor, sino su interés «amoroso») preguntando si la visión del perreo le resulta placentera. Destaca especialmente la repetición de este verso endecasílabo a lo largo del poema contando hasta dieciocho veces, que es una interrogación retórica (pues es obvio que sí le gustan las chapas que vibran), dado que el «papi» en cuestión no va a pronunciarse.

«Ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah. 
¿Te gustan? 
Ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah. 
¿Así?¡Que vibren! 
Ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah. 
Ta vibrando. 
Ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah. 
¿Te gustan? ¿Acelero?»

Aquí, nuestra poetisa, de manera sutil y apenas apreciable introduce ese tinte picantón que toda composición de esta clase debe tener, pues como bien sabemos en toda obra reggaetoniana que se precie debe de aparecer al menos uno de estos tres temas: amor, sexo o drogas. Era muy extraño que se limitase a hablar inocentemente de un baile de tarima. Con la interjección «ah», Yameiry evoca la clase de sonidos que se emiten en las noches de pasión, aunque también el cansancio como el que provoca el baile. Así pues, las interrogaciones y exclamaciones varias como «¡que vibren!» o «¿acelero?», en el plano oficial estarían relacionadas con los pormenores de su representación del «twerk», pero en un sentido figurado vendrían a escenificarnos sus intimidades con el «papi».

Cabe destacar el «ta vibrando», la total omisión de la sílaba «es» de la tercera persona del singular del verbo «estar», muy común en el español oral pero no en poesía. Esta particularidad se utiliza con el expreso deseo de desviar la atención del espectador de un factor clave: el verbo está en singular, luego el sujeto omitido de «ta vibrando» no pueden ser las «chapas». Como explicación a este fenómeno solo han podido postularse dos teorías. En primer lugar, podría ser que la poetisa quisiera dar a entender con menos sutileza que se encuentra en pleno acto sexual con su amado, con lo que el sujeto sería cualquier miembro del cuerpo humano (u objeto) que sirviera en estos menesteres, una teoría muy aceptada por el gusto popular que no indaga en los intrincados recursos utilizados por los poetas contemporáneos. La segunda teoría afirmaría que La Materialista, como veíamos en el título de la composición, no es muy amiga de la concordancia entre verbo y sujeto y hace de estas aparentes faltas ortográficas una especie de sello personal. Se cree que la poetisa sigue la idea de Juan Ramón Jiménez de adaptar el lenguaje escrito a la oralidad (razón por la que utilizaba la letra «j» en todos los sonidos aspirados guturales del español, incluso cuando se escriben con «g» (jenial, escojer), o utilizaba «s» en palabras como «excelente», por poner algunos ejemplos). Siguiendo esta teoría, el sujeto sí que serían «las chapas», pero el «ta vibrando» sería más bien un «(es)ta(n) vibrando» aunque oralmente sonasen igual.

» Tú estas fustrao’ con esta mamasota. 
No te hagas que en la bemba se te nota.
Te gusta cuando muevo mi chapota. 
Perdón, dile a tu jefa que si cuidao’ si se sofoca.»

El verso de una canción es quizá la porción más olvidada para los oyentes, pero para los lectores supone la parte más jugosa, donde más «perlitas» podemos encontrar y en «La chapa que vibran» no iba a ser diferente. En esta estrofa de versos endecasílabos y decapentasílabos que riman tanto en asonante como en consonante según la estructura AAAA, comienza dirigiéndose de nuevo al amado, que se encuentra «frustrao'» con «esta mamasota», es decir, decepcionado o abrumado por el romance con la propia poetisa, que utiliza la tercera persona para dirigirse a sí misma como si fuera Julio César. Es genial recurso el de rimar «mamasota» con «chapota», ambas palabras con un aumentativo idéntico, que nada tiene que envidiar a la pluma de Rosalía de Castro. En el segundo verso utiliza la expresión «bemba«, que en Latinoamérica haría referencia a unos labios protuberantes, normalmente a los de las personas de raza negra, o bien, por extensión, al chismorreo de la gente. En resumen, el amado quiere disimular alguna faceta de los intereses por la musa, pero o bien es negro y la forma en que mueve los labios lo delata o bien el color de su piel es irrelevante y su interés por La Materialista es ya un secreto a voces. Finalmente, se disculpa y le pide que le diga a su «jefa», creemos que su pareja y no su empleadora, que tenga cuidado con los calores. Qué mala es la menopausia.

«Soy peligrosa, tú me conoces. 
Entonces evitemos el roce. 
Por favor, evítame un problema. 
Tú siempre te apareces cuando bailo este tema.»

Como anunciábamos al comienzo de este comentario, no es del todo seguro estar contemplando fijamente el twerk, pues puede causar diversos daños al sistema nervioso. Esto lo sabe bien el amado que, a pesar de las advertencias sigue empeñado en ver el movimiento de nalgas de la preocupada poetisa que le pide que no acuda a verla bailar tan frecuentemente, pues podría sufrir algún ataque epiléptico u otra desgracia del tipo y denunciarla en consecuencia. Vuelve a destacar la composición de la estrofa, con una estructura AABB, en la que resalta la aliteración del sonido «ce» («se» para Hispanoamérica), que emula el sonido del choque de las telas del pantalón en el restriegue de cebolleta del perreo. Sublime.

«No te pongas bruto y baila. 
No te pongas bruto y baila. 
No te pongas bruto y baila. 
Baila, baila, baila, dale!
No te pongas bruto y baila. 
No te pongas bruto y baila. 
No te pongas bruto y baila. 
Dale, baila el vibrador.»

La Materialista ha hecho de la rítmica repetición de versos, palabras y onomatopeyas su sino, no cabe duda. Con el doble sentido que antes comentábamos, la poetisa insta repetidamente a su Apolo a que baile, casi hasta la extenuación. Para no abandonar ese toque «juguetón», nuestra Safo varía su discurso en el último verso: «Dale, baila el vibrador». Podría entenderse que esto no es sino otra forma poco sutil de dar a entender al público lo que hace en sus relaciones íntimas con su Alceo, e incluso, volviendo a las anteriores teorías sobre el verso «Ta vibrando», desgraciadamente, nos tendríamos que decantar por la primera de ellas (el «piensa mal y acertarás» se empeña por prevalecer siempre). No obstante, también podría ser que el amado fuese un bailarín de twerk y simplemente está siendo invitado a compartir momentos de alegre movimiento de nalgas con Yameiry.

«Vamos a enseñarles a bailar: 
coloquen las chapas pa’ atrás, 
moviendo los pies lao’ a lao’, 
que ellos quieren mandar y los tenemos frustrao’.»

De ser un bailarín, el amado de La Materialista debe ser más bien amateur, pues la poetisa, inesperadamente, ha montado una clase de zumba: esta filántropa se propone enseñarnos, suponemos en compañía de sus amigas bailarinas, no solo a apreciar la buena poesía, si no a hacer twerking en dos simples pasos. Primero echar hacia atrás los glúteos hasta que parezca que estamos horneando un brownie para más tarde mover los pies a los lados. Si como yo, ustedes han intentado seguir sus indicaciones y más bien parece que están llamando a su perro a riesgo de sufrir graves traumatismos en las cervicales y los tobillos en vez de hacer twerk, no se preocupen, no están impedidos, siguen siendo capaces de montar un mueble del Ikea. Para cerrar la estrofa, la poetisa afirma que hay varios varones que desean imponer su voluntad frente a la suya propia y la del resto de sus amigas de manera infructuosa. Los ámbitos en los que se plantea esta imposición son tan versátiles como los versos de nuestra musa, así que dejaremos que sea el entendimiento del lector el que fije el más apropiado.

«Pon las manos en las rodillas. 
Somos las mamis que brillan, 
me gustan las chapas que vibran. 
A tu jevo le gusta, cuidao si te quillas.

A tu jevo le gusta. 
A tu jevo le gusta. 
A tu jevo le gusta.
Cuidao’ si te quillas .»

En la siguiente estrofa nos damos cuenta de que faltaba un paso de el mini-tutorial de La Materialista, cosa que no aclara mucho el resultado final de la operación, pero sí que emplea la palabra «rodillas», que rimará hábilmente con «Somos las mamis que brillan». Como está claro que la maternidad no aporta fosforescencia, la palabra «mami», es, una vez más, metonimia de mujer joven con gran atractivo sexual. El hecho de que brillen ya puede deberse a que usan lentejuelas en exceso o a que pretenden llamar la atención de La Reina del Brillo, a la que bien podrían admirar por ser toda una referente cultural. Seguidamente, afirma que también a ella le gusta ver unas posaderas diligentemente agitadas y avisa a una de sus amigas que a su «jevo» (novio, amante) también le gusta. Le advierte que tenga cuidado por si se quilla, que en República Dominicana querría decir enfadarse o molestarse, pero que también podría ser abreviación de «encasquillarse»: La Materialista no está intentando poner distancia entre su amiga y el compañero de esta sino que más bien advierte a la muchacha de los peligros que tiene el tewrk (especialmente si ha seguido los pasos anteriormente citados) para su integridad física, particularmente, el lumbago.

Aquí concluye nuestro exhaustivo análisis de esta magistral y rítmica composición, el cual ha supuesto, tanto para ustedes como para mí, queridos lectores, una sobrecarga mental. Dejaré que sus cerebros reposen y analicen la ambrosía que les acabo de destripar para que se sacien hasta el próximo comentario. Bendiciones.

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